


Este video es de los delfines que se quedaron una temporadilla en mi tierra.
http://youtu.be/Io77PGwkCrQ
Para los cántabros, además de Movi Dick, la ballena blanca que el escritor Herman Neville dio vida en su novela, existe otra ballena, si cabe, aún más famosa. La que llegó hasta la playa de Oriñón el 15 de noviembre de 1997.
Aunque tanto antes como después se dieron más varamientos de estos roncuales, sin duda este fue el más espectacular, tanto por el tamaño del animal, como por la movilización cientos de personas que no escatimaron en esfuerzos para salvar a la ballena, un joven macho de unos 10 años, de 19,5 metros de largo y más de 80 toneladas de peso.
Tras la voz de alarma, dada a las ocho de la mañana, la Guardia Civil -tanto sus agentes de tierra como las dotaciones del mar- y el Seprona trabajaron, junto a los Bomberos, la Policía Local de Castro y Protección Civil, codo con codo con los vecinos de la zona, para mantener húmedo al roncual franco, cubriéndole con mantas (traídas por los vecinos) y rociándole con agua constantemente.
El objetivo era mantenerlo con vida hasta que subiera la marea y así poder devolverlo al mar.
Pero el cetáceo ya estaba herido de muerte. En aquel momento nadie sospechaba que la ballena había llegado a la playa dejándose arrastrar por la corriente, ya que no le quedaban fuerzas tras haberse tragado cincuenta kilos de plástico.
Tras ser diseccionada en el dique Gamazo ante un numeroso público, se clasificó y etiquetó los huesos del animal, del que se sacaron unas 134 piezas óseas. Más de viente personas trabajaron durante cinco días, descansando tan solo cuatro durante la noche. La mayor parte de las piezas esqueléticas del cetáceo fueron enterradas temporalmente en una zona especial del vertedero de Meruelo. Posteriormente, el esqueleto fue tratado químicamente para su exposición.
Unos meses después, el 10 de enero de 1998, otro roncual franco de unos 20 metros fue divisado en las aguas cercanas a la playa de Oyambre, que abandonó unos días después, presumiblemente tras su recuperación, sin que la mano del hombre interviniera en esta ocasión.
Posteriormente, en distintas ocasiones, otros cetáceos han terminado varados en las playas cántabras o bien en sus acantilados, aunque ninguno llegó a causar la expectación de la ballena de Oriñón, que fue expuesta en el Museo de la Ciencia de Alcobendas (Madrid).